Artículo de opinión publicado en la revista El Ciervo y en la web enpositivo.com
Del movimiento del 15 M, también llamado de los indignados, podemos extraer diversas posibilidades de cambio susceptibles de ser aplicadas inmediatamente a nuestras vidas. Se trata de 5 cambios que atañen principalmente a nuestro estado de consciencia, a nuestro papel de individuo y a nuestro rol como parte activa en nuestra comunidad.
El primer cambio emana directamente de la propia denominación de ‘indignados’ y nos enseña que un movimiento que aspire a desarrollar un sistema mejor no debería tener como seña de identidad una marca manifiestamente negativa. El estado de indignado resalta el estancamiento en un estado emocional alterado que quizás no sea el más adecuado para proyectar una visión positiva hacia un destino mejor.
El primer cambio nos alerta de la necesidad de estar atentos a nuestro mensaje, que debería hablar siempre en positivo para llamar a los demás a la acción.
El segundo cambio hace referencia a la evolución de la percepción de individuo en favor de la del grupo. El grupo es mucho más fuerte que el individuo, pero es importante que se trate de un grupo focalizado en objetivos tendentes hacia el bien.
El tercer cambio se centra en ejercitar el derecho a disponer de una opinión propia frente a los modelos que intentan estandarizar estados de opinión al por mayor, como los propios de partidos políticos, medios de comunicación o de los mercados, entre otros. Las redes sociales operan como instrumento facilitador de este cambio y a la vez que sirven para amplificar poderosamente nuestra voz.
El cuarto cambio tiene que ver con la necesidad de liderazgo. Formando parte activa de grupos tenemos la oportunidad y la responsabilidad de ser líderes para canalizar la energía del conjunto hacia fines orientados hacia el bien. No todo el mundo está preparado para asumir este papel, por eso, hemos de estar preparados para ser el líder que el grupo necesite en cada momento.
Este es el verdadero cambio y el mayor de los retos, reconocer que el sistema corrupto e ineficiente en el que vivimos no es sino la suma de nuestras propias imperfecciones. Si nos damos cuenta de esto, también podremos ver que en nuestra mano siempre ha estado la llave para transformar nuestro mundo en el modelo de perfección que deseemos.
Enrique San Juan